Autoservicio

Estoy,
y me siento,
me siento de verdad
desnuda.
Indago en mi ombligo,
dónde todo empezó
en ocasiones algún que otro suspiro reza que ojalá no.
Lo callo.
O trato de taparle el aire apretando mis costillas
contra mis pulmones.
Silencio.
Subo hasta mi pecho.
Me encuentro con un latido que no contaba:
el de la esperanza que siempre llega tarde.
Se me marcan las clavículas,
joder, en otra época estaría contentísima
y ahora me cunde el pánico.
Joder, tengo tantas cicatrices de bala en esta piel blanca
y ninguna encontró su salida.
Y, en cambio, yo me topo con todas cerradas.
Sigo mi columna vertebral a la inversa.
Retomo el camino de mi nacimiento y llego a la tierra madre,
a dónde todo nace.
Hoy me siento un poco menos yo dentro de mi.
Y creo que me merezco estarlo
Rebusco en mi sexo la sed del amor no correspondido,
de las ansias de sentirse protegido,
del quebranto de una niña que ya no es niña y se necesita a ella misma.
Mis manos van por libre,
Ya no me pertenecen.
O tal vez lo hacen más que nunca.
Me revuelven el cuerpo y me arqueo de placer.
Mi boca lanza jadeos incomprensibles
que tal vez no sean más que declaraciones románticas
o es que estoy a punto de llegar al orgasmo.
Empapo las sábanas y mi cuerpo.
Me estoy llenando de vida por momentos
o al menos de una ligera adrenalina que me haga pasar el mono este día.
Creo que es la primera
Mi primera vez
La primera vez que me amo.

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