De nuevo ha llegado el invierno

Perdía la cordura a paso de gigante,
marcando el ritmo con el vaivén de los latidos,
mordiendo tu piel siguiendo el rastro de tus lunares.
Buscándome y encontrándome en el mismo punto de partida:

tu cuerpo.

Pediría tregua para esta guerra que ninguno de los dos podemos parar,
pero es que mis piernas no me lo permiten:

aún tienen ganas de más.

El peor invierno llega cuando te marchas de mi cama.
Pero ambos sabemos que la peor ola de calor somos tú y yo.

Esta vez sé claramente que me acabarás rompiendo,
y el caso es que aún sabiéndolo:
estoy deseando que llegue el momento.
Porque quiero permitirte el privilegio
de que sea otro el que lo haga,

me destruya,

esta vez por mi,
hacerlo más bonito y macabro al mismo tiempo.
Dar el derecho a poner nombre y besos a los rotos de otro en el cuerpo propio.


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