Anoche

No lo había visto nunca tan bonito como anoche
tirado en mi cama,
vacío,
jadeante,
pero a la vez lleno de mi,
y yo llena de él.
Recuperando ambos nuestro propio aliento.
Nunca.
Tumbado en mi cama,
siendo una extremidad más arrancada de mi,
como la costilla de Adán,
a la inversa.

Tan mío pero sin ser mi propiedad,
siendo mío para mi.

Estaba tan bonito bajo el único resquicio de luz de mi habitación.
Toda su piel había sido besada,
acariciada,
arañada,
lamida,
extasiada,
mordisqueada
por mi.

Podría haber sido mi última cena de condenada a la silla eléctrica
que me habría muerto satisfecha.
Aunque siempre pediría repetir.

Estaba bonito.
Bonito de verdad.
Por dentro y por fuera.

Era el domador del circo que no pudo con la fiera más salvaje,
o al menos eso parecía cuando estábamos luchando (sobre el escritorio, cama...)
o marcándonos todo el cuerpo con nuestros colmillos.
Hasta caer rendidos.
Ahí lo tenía,
cogiendo aire
mientras yo lo miraba como si fuese mi presa,
a punto de atacar por sorpresa, de nuevo.

Nunca había sentido que pudiesen salvarme
destrozándome pero recomponiéndome a la vez.
Pero lo hacía.
Nunca lo había visto tan increíblemente bonito.
Nunca me había visto tan increíblemente valiente
para caer rendida sobre el pecho de alguien,
sabiendo que no me romperán las costillas,
y el corazón.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El reinicio

El sentir