El instinto

 Si se interpone tu labio rojizo a medio lamer

muerdo con la voracidad de un pitbull mal educado. 

Pido perdón con los colmillos aún en tu carne, 

es de mala educación jugar con la comida

con la boca llena. 

Construyo una vía de emergencia hacia tus ojos con uñas de gata en celo

viajando de regreso por el paisaje de tu espalda

justo cuando me dispongo a hacer llover todas las tormentas de verano 

que ahogaron nuestras esperanzas. 

Crecen mis aullidos como una asfixia

len-ta

pero que fluyecomounrío. 

Como un equilibrio entre el bien y el mal

concluyo con que no merecemos este don salvaje

por medir de más 

y no sentir de cero, 

poniéndonos a cien

fingiendo no echarnos de menos. 

Tejemos un sentimiento primario que crece a su libre albedrío, 

que no siempre sabe cuándo debe detenerse a sanar las heridas, 

trepando todos los muros de contención que podamos levantar ante el miedo a fallar, 

florecen enredaderas mentales poniéndonos la miel en cuerpos ajenos

y espinas en nuestros huesos 

mientras retuerzo mi columna esculpiendo el éxtasis en el aire. 

Si eres tú quien me hace el boca a boca

me haré la muerta las veces innecesarias 

que no será tan mortal como recordar que no volverás a bailar entre mis piernas.

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