Armaduras de piel con piel.

Soy guerrera
luchadora en tus sábanas.
Me dejo las uñas en cada una de nuestras batallas.
No paro de buscar, tanto tu guerra como tu tregua
entre tus piernas.

Encajes, ropa deslizándose, chocando contra el suelo.
Armaduras de piel con piel.
Es que joder,
y precisamente.
Cuando me llega ese cosquilleo por todo el cuerpo,
me retuerzo.
Joder.
Es que nunca me había fiado tanto de que me cubriesen las espaldas,
entre unas manos y unas nalgas.
Nunca me habían dolido tan poco los golpes,
nunca me había dado este placer la vida.
En la vida.

Arqueo mi columna,
te observo por encima de mi hombro izquierdo.
Me muerdo,
me relamo.
Frenas en seco.
Te reclamo 
más.
Y
me
lo
das.
Te elevas sobre mi.
Te acercas,
me besas,
el cuello,
la cara,
las tetas,
todavía dentro.
No sé si estaré en el cielo,
o en el de tu boca,
pero el calor que desprendemos tiene a todas las almas del infierno jadeando(nos).
Quiero tu saliva repartida por todo mi caos.
Quiero tu lengua haciendo una carrera por mi pecho.
Quiero que (te) corras
para que acabe lloviendo
y que te pille en el portal de mis labios.
Dentro,
muy,
muy
adentro.
El pacto de paz lo firmamos con sudor y orgasmos.
Y ya veremos hasta cuándo hacemos trinchera.
Hasta entonces,
joder

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