Jódeme. Tienes permiso.

Enredarme, colarme, engancharme a tu piel.

Suave cosquilleo entre mis dedos, mis extremidades.

Empiezo comiéndote un poco el cuello,
busco tu oreja,
con mi lengua.

Me gusta cuando tu vena aorta
se pone cachonda.
Me pone.

Cuando das un volantazo a este trayecto mortal,
como un borracho extasiado en una carretera oscura.
Y el volante es mi culo.
Y la droga mi saliva.
Con la tuya.

Me besas, te beso, me dejo la vida en tu boca,
choco con todo mi cuerpo sobre ti.
No tengo seguro para esta hostia pero es que me da igual,
quiero estrellarme contra tu pelvis.
Quiero descarrilar en ella.

Vuelvo, vuelco, adelante y atrás,
soy las olas del mar,
un vaivén que no podemos parar.

Ardo.
Como siempre que te tengo cerca.
Y te quemo.
Sigo el camino de tu boca hasta tu ombligo.
Y me pierdo.
No encuentro salida.
Y no tengo tiempo que perder.

Te (la) sostengo,
nunca me había sentido tan pícara ni me había gustado tanto nunca verte así,
y sentirme así de poderosa.

Regreso a tu cima,
yo encima,
tus manos volviéndose locas por no saber cómo pararme o cómo seguir,
cómo tenernos cerca lo máximo posible.

Y me elevo sobre ti,
y te tengo más dentro que nunca,
te siento.
Y me encanta.

Joder, es que tienes la sonrisa preciosa.
Y ya cuando sonríes follando...
Y no quiero dejar de verla así.

Que todo sea un orgasmo constante
y no soltarme de tu espalda
y no poder.
Y que jadeemos y explotes en mi, explotemos.

Joder, no sé si me entiendes.
No quiero más

que no seas tú.

No quiero dejar que la vida me vuelva a joder

si no eres tú.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El reinicio

El sentir